lunes, marzo 08, 2010

El lado oculto de las reservas

Walter Graziano, en el diario Ámbito Financieron, ambos (economista y diario) insospechables de populismo y/o izquierdismo explican la maniobra que se pergeña detrás de la oposición a pagar la deuda externa con reservas y a quien están sirviendo y como podrían ser utilizados sectores que dicen oponerse a esta modalidad.


El lado oculto de las reservas




Por: Walter Graziano

Economista



Desde hace un par de meses, todos los días, después de leer los diarios hago lo mismo: pellizcarme para salir de dudas acerca de si lo que leí es cierto, o si estoy soñando. Resulta que el Gobierno, de origen peronista, popular y de tendencia centroizquierdista, se ve en la obligación, por imperio de las circunstancias, de dedicar el 90% de sus energías al pago de la deuda externa, tema que se ha convertido en el eje central de la vida del país, para lo que se llega a apelar incluso hasta a terminología ligada al sentimiento nacional profundo que puedan albergar las masas. Es así como términos tales como «patriotismo» y «Bicentenario» se usan todas las semanas en relación con el giro de divisas al exterior para pagar deudas...



Si se observa lo que hay del otro lado del mostrador, el lugar para el asombro es indudablemente aún mayor: se puede observar a la flor y nata del liberalismo vernáculo más rancio, en el que se aglutinan, entre otros, dirigentes ligados a los círculos más elitistas de los sectores rurales, medios de comunicación centenarios de indudable tendencia librecambista, políticos de inocultable tendencia derechista, ex funcionarios de elitistas bancos extranjeros devenidos en políticos supuestamente preocupados por el bienestar del pueblo, columnistas políticos de inocultables estrechas relaciones con los sectores más recalcitrantes de los EE.UU., pensadores económicos partidarios del más acérrimo «laissez-faire» -aquel que propone que ni siquiera haya una moneda nacional, sino que cada banco emita la suya y el público elija- y hasta ex altos funcionarios que en los noventa aplicaron la convertibilidad, todos, pero todos, todos, mancomunados defendiendo el no pago de la deuda externa con reservas. Como si se pudiera pagar la deuda con «billetes del estanciero», o directamente, haciendo un corte de manga simbólico, no pagarla si no hay superávit fiscal. ¿Que diría un acreedor del país si se le hubiera dicho, al momento de comprar un bono argentino, que ese bono no se pagaría con las reservas? A no dudarlo, la deuda externa se pagó siempre con las reservas. Y cuando no se pagó fue porque... ¡no alcanzaban las reservas! Aun en los momentos de enorme y suculento superávit fiscal, la deuda externa se pagó... ¡con las reservas!



Y es muy fácil entenderlo dado que el superávit o el déficit fiscal es en pesos, mientras que la deuda externa hay que pagarla en dólares, por lo que de una u otra manera el Banco Central le otorga al Tesoro las reservas necesarias para pagar. De otra manera, los saltos abruptos para arriba y para abajo que experimentaría la cotización del dólar serían el tema diario de todos los argentinos. ¿Se imagina el lector lo que implicaría que un buen día, con superávit fiscal o sin él el Tesoro saliera a comprar unos quinientos millones de dólares para pagar un bono? Es por eso que siempre se pagó, se paga, y se pagará ... con las reservas.



¿Canibalismo?



Ahora bien, si esto es así, ¿cómo puede ser que se haya armado tamaño lío por este tema que nunca debería haber dejado de ser una cuestión meramente técnica? ¿Sólo por «canibalismo político»? Puede ser que una buena parte de la comedia de enredos que diariamente vivimos con las reservas provenga del típico chicaneo político que suele imperar en la Argentina. Pero en este caso particular, parece haber algo más atrás. Y parece tratarse de algo que si se ventilara lo suficiente probablemente disuadiría a muchos de quienes hoy se oponen al pago de la deuda con las reservas a dejar de lado su actitud. Ocurre que atado al tema del pago de la deuda está -y no por casualidad- el tema del canje del remanente de la deuda, o sea, el paso que falta para normalizar del todo las relaciones económicas y financieras con el resto del mundo. El Gobierno desea que el canje de títulos de deuda se efectúe de manera ventajosa para el país, o sea que quienes tienen títulos de deuda impagos de la Argentina los canjeen por títulos nuevos con una quita nunca menor del 65% que recibieron los bonos que se canjearon en 2005. Por lo contrario, quienes fogonean la idea de cuidar las reservas a cualquier costo, lo que quieren es que 2010 y 2011 pasen lo más rápido posible, que el canje naufrague o no se haga, que el Banco Central acumule más y más reservas, sea mediante la compra de los excedentes de las exportaciones sobre las importaciones o sea impidiendo cualquier giro al Tesoro para que éste pague su deuda.



Así dadas las cosas, en 2012, estos acreedores hoy disfrazados de opositores comunes, y utilizando a una vasta mayoría de los genuinos opositores que hacen el lamentable papel de «idiotas útiles» a esta maniobra, podrían presionar a cualquier nuevo Gobierno para que solucione de manera definitiva el tema de la deuda de una manera mucho más ventajosa para los acreedores, o sea con una quita de deuda muy inferior al 65%, o incluso nula, dado que si las reservas siguieran batiendo récords tendrían el argumento de que el país contaría con los dólares suficientes para honrar sus compromisos sin ningún tipo de quita. Algunos acreedores de otros países, por ejemplo, de Perú, han logrado eso en el pasado y algunos estudios jurídicos radicados en Buenos Aires así como algunas consultoras radicadas por algunos argentinos en EE.UU. estarían detrás de esta inmensa maniobra que beneficiaría a los fondos buitre y a muchos que han comprado papeles de deuda argentina por centavos y perjudicaría seriamente al país, que quedaría con una deuda externa muy superior a la que resultaría si se procede a resolver la parte de la deuda que falta renegociar desde una posición de dureza y mientras las reservas aún no alcanzan cifras mayores.



A no confundirse entonces, a quienes se consideran a sí mismos auténticos y genuinos opositores del kirchnerismo, lo que les conviene es dejar que el Gobierno pueda resolver lo más rápido y lo mejor posible el tema de la deuda con la mayor quita posible, nunca menos del 65%. De otra manera, si alguna parte de la oposición ganara las elecciones en 2011, serán ellos quienes deban negociar este espinoso tema que se les puede transformar en un terrible dolor de cabeza si no logran imponer una quita al menos igual a la lograda en 2005, cuando el Banco Central tenía muchos menos dólares y el país aún estaba cerca del desastre de 2001-2002. Hay que resaltar que por eso es que en 2005 aún resultaba más fácil negociar quitas tan elevadas. Con el paso del tiempo es cada vez más difícil porque las reservas suben y el país va saliendo de lo peor de su crisis.



Vale la pena meditar un minuto acerca de las muy peligrosas consecuencias que tendría para el país aceptar una quita menor al 65% para el remanente de la deuda. Todos quienes aceptaron la renegociación de 2005 podrían accionar judicialmente contra la Argentina y eventualmente ganar esos juicios, lo que significaría un gran aumento en nuestra deuda externa sin ningún tipo de beneficio. Perderíamos todos. Aunque parezca paradójico entonces, hay que concluir que tanto al Gobierno como a la oposición genuina, la que se opone de buena fe, que sin duda debe ser una parte muy mayoritaria de ella, les conviene lo mismo en lo que se refiere a este tema en particular: o sea, que se termine cuanto antes la renegociación, y que la Argentina quede con la menor deuda posible, negociada en los mejores términos posibles. Para ello es imprescindible que la oposición comprenda que está siendo utilizada y manipulada por un reducido núcleo de argentinos que están operando y maniobrando hábilmente contra la Argentina, a favor de especuladores externos que compraron deuda por centavos y de fondos buitre.