miércoles, julio 15, 2009

Versión libre de Frankenstein made in Argentina o alica, alicate


El Dr. Frankenstein vivía obsesionado por crear un ser humano superior
Un ser humano bello, hermoso como jamás hubiera existido otro igual.
Y también inteligente, inteligentísmo, una mente superior.
Seguían sus investigaciones la línea del antepasado ginebrino homónimo Victor Frankenstein, abuelo de su abuelo, quien había decidido emigrar a la Argentina ante la convocatoria del primer Gobierno de Perón.
Por ese motivo algunos vecinos "gorilas" creían que era nazi, aunque como buen suizo, aparte de la propuesta monetaria, lo que le atraía de este país era esa tendencia a la neutralidad que se reflejaba acabadamente en aquel latiguillo de "¡yo no me meto!"

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La familia también había preservado algunas importantes tradiciones:

Una era la de proseguir con las investigaciones del fundador de la dinastía, máxime teniendo en cuenta los avances producidos en el mundo en materia de clonación.

Cada Victor Frankenstein siguió con las investigaciones de su antecesor.

Esta familia, en la que curiosamente nacieron siempre varones dedicados a la ciencia, decidió por un mandato ancestral nombrar a sus hijos varones mayores como Víctor.

La otra tradición era la de emplear como ayudantes a los descendientes de Igor el criado del primer Frankenstein, que curiosamente repetían los rasgos esenciales generación tras generación.

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El actual Victor Frankestein vivía solitario y triste junto a Igor.

Algunos atribuían su tristeza a la magra jubilación que percibía como Ex investigador del Conicet, otros se la adjudicaba al fracaso de sus utopías juveniles en las que tanto empeño puso para diferenciarse de su padre indiferente ante las cuestiones públicas.

Esas utopías lo habían llevado a ser víctima de La Noche de los Bastones Largos y al exilio en dos oportunidades.

La primera retornó conjuntamente con el General Perón, pero debió refugiarse a los dos años en un sótano amenazado por la Triple A.

Tras el golpe de 1976 se exilió nuevamente a Suiza la tierra de sus ancestros, y retornó en 1984 ante una convocatoria del Gobierno de Alfonsín.

Desde entonces, en el Conicet y en su cátedra asistía al continuo deterioro de la Ciencia en la Argentina, hasta que por fin decidió jubilarse.

Pero lo que mantenía taciturno y deprimido al Dr Frankenstein era el destino de su experimento, cuya historia le dejó un sabor agri-dulce de éxito y fracaso al mismo tiempo.

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Había decidido Frankenstein, como ya dijéramos dar a luz a un hombre superior, que fuera hermoso, de una inteligencia suprema y además argentino.

Urdió por años un plan, para el que contó con su ayudante Igor, jurando superar el fracaso de su antepasado.

Le encomendó cierta vez que con diferencia de días habían fallecido tres eminencias científicas que fuera a la morgue y hurtase sus cerebros.

También por aquellos días en un accidente de ruta pereció íntegro el equipo de rugby del Colegio Cardenal Newman.

Frankestein le ordenó entonces a Igor que fuera hasta el cementerio privado adonde los adolescentes habían sido enterrados y se apoderase de sus hermosos cuerpos.

***
Pero Igor entendió todo al revés.

Se deslizó a la noche por las calles de Buenos Aires y en la morgue hurtó los cuerpos de los científicos.

Fue luego al cementerio privado adonde se hallaban los egresados del Cardenal Newman, abrió las tumbas y se llevó los cerebros de los jóvenes rugbiers.

Creyendo que Igor había entendido sus directivas el Dr. Victor Frankestein inició su experimento.

Pero, cual fue su sorpresa al comprobar que el engendro que dio a luz en su laboratorio era aún peor que el que había creado su antepasado.

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Para colmo, por una curiosidad genética, al humanoide le había crecido un tatuaje en el cuello que lucia con orgullo.

Sintiéndose con fuerza y confianza el homínido se largó a andar ante la atónita mirada de su creador y de su ayudante que contemplaban como traspasaba la puerta y huía hacia la calle.
Mientras recorría desde los barrios mas caros hasta los mas humildes repetía incesantemente :"Votame, votate, quereme, querete, ayudame, ayudate, alica, alicate" y luego agregaba "tengo un plan".

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La gente rodeaba a la criatura y la contemplaba con ojos atónitos, por lo que su creador comenzó a temer lo peor.

Imaginaba una estampida, que todos saldrían huyendo despavoridos, provocando la invetible secuela de heridos y muertos.

Pero, por el contrario, la gente lo seguía y parecía atraída por su aparentemente incoherente discurso.

Por ello repetía "Ayudame, ayudate. Alica alicate".

Un productor de televisión que contempló la escena decidió llevarlo a su programa.

Al enterarse como había sido creado, le pidió al Doctor Frankenstein que le inventara un clon.

El científico, no se sentía feliz con su criatura, pero como la oferta económica era atractiva, decidió aceptar.

A partir de ese momento, ambos clones bailaban por TV al ritmo de un conocido reguetón, mientras el público repetía "Alica, alicate" y lo votaban para diputado nacional.

El astuto productor televisivo pensaba que la criatura tal vez sería Gobernador de la Provinicia de Buenos Aires, y tal vez Presidente de la República...